domingo

Abajo del velo

El momento favorito del día se hace demasiado corto y los 30 minutos que sé que me demoraré entre mi casa y la U se transforma en un contar y contar caras que no conozco. Subirme el vagón, mirar hacia el frente y verme reflejada en los ojos de algún desconocido. Empezar a tomar leche todas las mañanas te hace pensar en que estás vieja y que consideras que el desayuno es lo más importante del día. La música se repite tres veces y otras tres veces más. Me detendría en mitad de la multitud que combina en combinaciones y no me movería nunca más para que el máximo volumen chocando contra mis gastados tímpanos tuviera una muy buena justificación. Aburrirse del aburrimiento puede ser demasiado fome y complicado. Cansarse del cansancio no tiene solución y tener sueño cuando acabas de despertar puede aparecer como algo muy desmotivante. Te das cuenta que si fuera por ti estarías todo el día afuera y nunca adentro, pero la responsabilidad instantanea que trae consigo el mirar hacia todos lados te hace abrir una puerta y cruzar el umbral hacia el sopor. Cantar sin ser escuchada debe ser la mejor sensación con olor a vainilla y rozar a una persona que huela a bronceador con olor a coco nunca es desagradable. A veces me gustaría vivir más tarde sólo para tener la excusa de que me atrase. Y yo apenas escribo. Sentir el silencio en el no silencio es una especia de tranquilidad que se apodera de tu boca y te impide abrirla siquiera para pedir permiso. Secarte el pelo y preocuparte de llevar un chaleco te demuestra que ya no eres tan espontánea. Me gusta caminar sola, sentir que el frío que tenía dentro de mi casa se transforma en un leve calor en mis mejillas, mover los pies sintiendo que los rayitos del sol chocan contra el vidrio de mis lentes. Hay algunos días en que me siento como la niña de Persepolis, y eso que no tengo ni velo. Es mejor la presión para presionarse. La naturalidad se perdió hace harto rato. Sentir que hay tantas cosas que te dan vergüenza que mejor te quedarías metida debajo de las sábanas eternamente viendo algún matinal en vez de tener que salir a diario. Escuchar voces en tu mente si piensas en alguna persona te hace pensar en que realmente es importante para ti. Aburrirse de otras es una sensación abrumante. Ya nadie lee el blog. Extrañas el comer pan con queso como si fuera novedoso y deseas volver al colegio sólo para poder flojear y flojear. Millones de años. Aunque nadie lo crea, todavía pienso en que parezco de mas de 19. Cantar o no cantar, he ahí el dilema. Estudiar procesal, jamás. Es mejor sufrir, estresarse, colapsar. Sentir que mañana será el peor día de los días peores de la vida. Sino, yo andaría todo el día enojada y mirando el suelo y al minuto gritando que tengo ganas de reir hasta que me salga felicidad por las orejas.





1 comentario:

David dijo...

bonita entrada