viernes

sin revisar

Me carga la melancolía. Fonéticamente es hermosa, me-lan-co-lí-a. Suena bonito decirlo, se siente terrible en algún lugar de la mitad superior del cuerpo. En la micro, entre medio de los versos de una canción, en una micro, en una calle iluminada de Providencia, en la micro, en los pasillos vacios. A veces, la melancolía se vuelve un sin sentido que se aferra a mí en las noches, y en las mañanas cuando no he encontrado un asiento. Sabina tiene una canción que se llama calle melancolía, él sabe tanto de eso. Con su voz masculina siempre me hace pensar que alguien más ha dicho esos versos, alguien más que no sea él (ni yo). Me carga esta idea de vacío, esta sensación cálida recorriendo mi esófago. Se vuelve tan insoportable cada vez que se concreta en una imagen, se transforma en piedad y orgullo al mismo tiempo, en inactividad perpetua.

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