domingo

Toda la vida, desde que había tenido conciencia de que era una piedra dentro del río, había tenido el mismo sueño. Lo guardaba entre los dientes, constantemente venía a su mente en esos momentos de locura que siguen a una buena copa de vino y no podía dejar de imaginarlo después de cada abrazo cotidiano.
En el fondo, su máximo deseo era ver quien lloraba más, quien hacia el show más digno de ser presenciado. Moría de deseos de verlos a todos de negro, con un pañuelo en la mano, flores esparcidas y cánticos ridículos. Le atormentaba demasiado saber si lo llevarían a una iglesia, aunque hubiera repetido millones de veces que no lo quería así, sabía que nadie lo respetaría. Soñaba con los discursos de los amigos, de los no amigos, intentaba escribir en un papel, que luego guardaba bajo su cama, las palabras que probablemente cada uno de ellos diría. Sentía un odio que le quemaba el estomago al pensar en quienes no irían, en esos que inventarían alguna excusa absurda, en los que mentirían. Sin embargo se sentía increíblemente orgulloso de los que fingirían pena. Siempre le había encantado la mentira, y quería que ese día, estuviera plagado de ellas.

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