domingo

suficiente



¿Te acuerdas cómo te mire cuando escuchamos esa canción? En el momento preciso en que sentí que se me iba a reventar el corazón, abultado y agotado de no poder decirte cual era la sensación que lo hacia correr así. No te fijaste cuando mis ojos comenzaron a brillar porque sólo querían llamar la atención de tus pupilas, las que emocionadas por la melodía tripartita habían dejado de funcionar. Mi boca quiso encender un cigarro y mi lengua quiso rodearse del humo más corpulento, para sentirse frágil, débil y lastimosa. Mi nariz quiso desaparecer, hacerse mínima o convertirse en un puente infranqueable para que te llegaran los murmullos que se producían en mi cuello. ¿Te acuerdas que apague la mirada, que caí en la absoluta agonía del silencio? La voz se me había agotado en un cansador instante; no era necesario hablar, no era necesario ni siquiera cantar. Sólo bastaba escuchar la palabra en tu voz gastada y en tu pronunciación marcada. El sonido lejano del avanzar de un reloj, el movimiento de tus pestañas inmensas, el zigzag de las cenizas cayendo del fuego al absurdo del cenicero.
Para mi fue agotadoramente suficiente.



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