domingo

Diego o.o

Bien bien... Después de unos días desaparecida, vengo a decir sólo dos cosas.. 1. Qué tan terrible puede ser la canción de Miranda, "Iman"? Han reparado en el "tu me entierras el cuchillo y ahora yo lo hundo"? Wow.. O.o

2. Veamos si leen esto.. lo creo un poco díficil, pero bueno.. Es lo que hay por ahora, quizás un poco ñoño, pero me gusta y listo ¬¬.. No se porque con Explorer los dialogos se ven asi, con unas cosas raras (los que lo vean entenderan). A los que usan Mozilla no les pasa eso, y como ya casi nadie usa Explorer, espero sean pocos los que tienen ese problema

Mis ojos aún no estaban abiertos y a mi rostro llegaba el helado viento de una mañana de invierno. Habría dado cualquier cosa por dormir todo el día y no levantarme de esa cama, que finalmente, era el único lugar en que me sentía cómoda.

Al parecer mi madre llevaba más de dos horas despierta. Podía desde mi habitación escuchar sus quejas contra mi padre y contra mi. No me importaba. Estaba acostumbrada a levantarme en las mañanas y a encontrarme con el cordial saludo de la indiferencia en algunos días, y otros en que mi suerte mejoraba, un simple y desabrido hola.

Abrí los ojos. Había dormido alrededor de unas diez horas y aun así el cansancio estaba pegado a mi cuerpo. Sabía que debía comenzar a estudiar y que la única forma de mantener un cierto agrado de mis padres hacía mi era entregándoles al final de cada año notas aceptables. No quería complacerlos para que se sintieran orgullosos de la hija que tenían. Si no que deseaba recordarles que era capaz de pensar, de ser mejor que ellos. Demostrarles que puedo ser yo, vivir a mi manera sin dejar de cumplirle con lo mínimo que ellos esperaban.

Comencé a buscar debajo de mi cama el bolso en donde se suponía debía encontrar el libro que necesitaba para estudiar. Lo miré y no pude evitar sonreír. Aunque no es la gran cosa, más de alguien me ha comentando que mi bolso le gusta. Lo compré en una feria artesanal hace un tiempo si es que aun esos lugares pueden mantener ese nombre. Pues ya no son, como lo eran en la épica de mi madre, un sitito donde hombres de pelo largó pasados a incienso comercializan con su arte. Si no que se han convertido en pequeñas sucursales de distribuidoras de plástico y de nueva artesanía. La cuestión es que el morral me agrada y siento que es el único objeto en el cual puedo acarrear mis cuadernos que realmente me representa. Aunque más de una vez alguien me haya dicho “hippie” por usarlo. Lo gracioso es que hippie no soy, y del pueblo tampoco.

Mientras me agacho para recoger unos calcetines que llevaban más de dos días en el suelo me doy cuenta de que mi bolso esta vacío. Vuelvo a cerrarlo y abrirlo, pensando que el no encontrar el libro fue solo una causa del sueño que aun estaba sobre mis parpados. Comienzo a pensar y a hacer memoria, mientras con una mano rasco mi oreja.

Un poco más despierta y al darme cuenta de que no encontraba lo que buscaba, recordé haber visto el libro en el bolso de mi madre unos días atrás. Ella, como todos los fines de semana, se encontraba ordenando la casa con una manía desesperante. A sabiendas de que interrumpirla me traería problemas, decidí cuestionarla de todas formas.

- ¿Has visto mi libro?

No obtengo respuesta. Ella emitía fuertes quejas ahora, contra los vecinos. Además, acababa de encender la aspiradora y el ruido sordo de esta hacía que mi pregunta se perdiera en el aire.

- Mamá. ¿Viste mi libro?, grité asomando mi cabeza tras la puerta

Ella apago la aspiradora. Caminó, enojada al parecer, hacia mi pieza y me pregunto:

- ¿Qué libro?

- El que debo leer

- ¿Porqué razón habría de tenerlo yo?

- No lo se. Creí oír que querías leerlo y pensé que lo habías tomado.

Se quedo en silencio y haciendo memoria. Comenzó a girar en círculos por mi pieza, tomó unos pantalones y los guardo en el closet. Luego dijo:

- Creó que lo lleve a la oficina el otro día

- ¿Qué hago?, le pregunté mirándola furiosa

- Compra otro

Se fue y luego de unos cinco minutos volvió con un arrugado billete de diez mil pesos entre sus manos. Me lo pasó y tras cerrar la puerta se marcho.

Pude escuchar cuando subía el volumen de la radio en el living y como casi con rabia, volvía a encender la aspiradora.

Me vestí sin ningún cuidado. Tras una corta ducha con agua casi helada me puse la primera ropa que encontré en mi closet y agarré una bufanda que estaba en el suelo para poder abrigarme del frío que hacía en las calles. Me puse unos zapatos y luego de tomar el bolso e introducir en él algunas cosas, salí de mi casa sin decir adiós.

Corría un helado viento y mis manos jugueteaban con una hoja de papel, que al parecer era un boleto de metro, cuando la micro se detuvo. Estaba agradecida de haber tenido la excelente ocurrencia de haber traído mi reproductor de CD. Apenas pagué al micrero, subí el volumen al máximo. No tengo ni tendré nada contra las micros, pero no soporto el silencio muerto de un transporte como ese. Todos callados, todos perdidos. A mi lado, un espacio vacío. Me dediqué a examinar a los otros que como yo iban en aquel autobús. Me detuve en el chofer de la micro. Tenía un dedo en su nariz y al parecer lo disfrutaba. Me causo entre asco y risa y decidí desviar mi atención hacia las calles.

En una esquina. Una mujer o más bien una adolescente de casi mi edad, con la apariencia de alguien que había que tenido que crecer por obligación, acarreaba a una niña de no más de dos años.

- Madre soltera, me dije a mi misma en voz alta

- ¿Crees tú?, pregunto alguien que al parecer, se encontraba atrás de mi asiento

- Claro. Es casi seguro, fue mi respuesta inconsciente

Giré mi cabeza y me encontré con un extraño tipo de unos veinte años. Se notaba que quería ser el mismo, tal como yo. Tenía una sonrisa casi burlesca en un rostro trigueño. Era delgado y al parecer, bastante alto. Mientras rápidamente lo examinaba me detuve en sus manos. Tenía un libro del cual yo no alcanzaba a ver la portada.

- Madre soltera, repetí sin entender que razón llevaba a este tipo a hablarme

- Bastante prejuiciosa tú. A propósito, bonito bolso, me dijo mirándome directamente a los ojos

- Gracias, repliqué mientras volvía a mirar hacía afuera

- ¿Así que piensas seguir juzgando personas sin antes conocerlas?

No supe que decirle. El tipo se había sentado a mi lado y no despegaba sus ojos de los míos. Pensé que era un ladrón y que se divertía un poco antes de robarme algo. Luego de volver a mirarlo, concluí que un delincuente no era. No tenía para nada la apariencia de alguien que andaría robando, si no que al contrario, de alguien a quien le robarían.

- Tranquila. Soy cualquier cosa menos un ladrón, comentó casi leyendo mis pensamientos

Nuevamente me quede en silencio. Me parecía chistoso. Yo confundida mientras un tipo del cual no tenía idea quien era, me conversaba y conversaba sin obtener respuesta alguna de mi parte.

- ¿Qué quieres?, le pregunté sin levantar la cabeza y un poco harta de no entender lo que pasaba

- Pasar lo que queda del día con alguien. ¿Adónde vas?

- A comprar un libro. Y no. No soy ese alguien que necesitas para acompañarte hoy.

- Yo aún no desecho esa posibilidad.

Decidí levantar mi rostro y mirarlo. Cuando nuestros ojos chocaron, me fije en su aire de chico interesante y en su seguridad extrema. Más allá de la apariencia, noté que sabía lo que hacía. Movía su rostro con soltura y pronunciaba las palabras con un énfasis impresionante. No titubeaba ni se equivocaba al hablar. Sus manos, que aun cobijaban el libro, se separaron para mostrarme el título de la novela. “Mala Onda”, leí. Pareció entender que quería ese libro y lo puso entre mis manos.

- Hagamos un trato, dijo calmadamente

- No, respondí

- Entonces ¿porqué lo estás guardando en tu bolso?. Devuélvemelo

- Ok. Trato hecho, contesté al darme cuenta de que por primera vez comenzaba a disfrutar del día

Sus manos eran bellas. Tenían el suficiente cuidado que un hombre haría de ellas, es decir casi ninguno. Su rostro me parecía extrañamente amigable y sus ojos color miel, me endulzaron por completo cuando me fije en ellos.

- Y bien ¿adónde vamos?, pregunté

- ¿Qué te parece si a ninguna parte?, contestó mientras se acomodaba a mi lado

- Las preguntas no se responden con preguntas, si no que con respuestas

- ¿Ah no?, dijo mirándome divertido

- Claro que no. Así que exijo una respuesta

- Bien. No nos bajaremos de la micro por ahora

- Si tu lo dices. Supongo que esta bien

Sé que mis padres se habrían vuelto locos con el solo hecho de imaginar que conversaba con un extraño. Pero él me brindo una singular confianza y simpatía que aún no lograba entender ni aceptar. Inmediatamente comencé a sentir su autosuficiencia golpeándome la piel y su inteligencia traspasando el espacio que nos separaba. Me miraba como pocos lo habían hecho antes y eso me agradaba bastante. Mientras conversábamos me puse a pensar en que no había tenido esa sensación de cercanía con nadie. Ni siquiera había sentido algo parecido en alguna de las pocas conversaciones que había logrado entablar con mis padres, ya que siempre éstas terminaban en discusiones o en llantos. Buscando conocer un poco más sobre el, le dijé:

- Dime al menos como te llamas

- Perdería la magia. Aún no, respondió

Habían pasado alrededor de unas dos horas cuando se levantó del asiento. Me tomó de la mano y comenzó a avanzar. Lo seguí. Al fin y al cabo habíamos hecho un trato.

- En la esquina por favor, dije con amabilidad al chofer para que se detuviera

Al bajarnos me di cuenta de que no tenía la menor idea de donde me encontraba. Miré hacia todos lados y note que frente a nosotros había una plaza bastante bonita y bien cuidada. Había poca gente. Lo normal para un día domingo de invierno donde la mayoría prefiere estar en sus casas al lado de una estufa. Era agradable sentir el aroma a tierra mojada y las risas y gritos de los niños jugando, el ladrido de los perros corriendo cerca de sus dueños en bicicletas y el extraño ambiente familiar que se desprende de las personas que en grupo visitan los parques, recordándote que tu realidad es bastante distinta.

Al parecer estábamos en un lugar seguro y tranquilo. Lo que hizo que pudiera relajarme y confirmar mi idea de que esa tarde nada malo podía sucederme. Caminamos al menos unas dos cuadras y entramos a un local gigante de comida rápida. Me recomendó que me sentará y lo esperará

- Voy y vuelvo, me dijo mientras se perdía entre una fila inmensa de gente esperando por su turno para comprar

El aire tenía un asqueroso olor a mezcla de todos los aromas de comida rápida y podía sentir el aceite ocupado más de una vez flotando y entrando por mis pulmones. Yo estaba sentada en un asiento bien cómodo de plástico rojo riéndome de cómo una niña discutía con su madre. La razón, según lo que alcanzaba a oír, era que la hamburguesa que le había comprado tenía queso y ella lo odiaba. La pequeña estaba armando un lío horrible y yo no era la única que me fijaba en lo que ocurría. Una pareja que compartía un paquete de papas fritas en una mesa cercana, también notaba lo que estaba pasando y comentaba en voz alta lo insoportable y mal criada que era aquella niña. Despegue mi atención de ellos cuando vi que él se acercaba caminando lentamente hacía el lugar donde me encontraba. Traía en cada mano un cono de helado. Uno de lúcuma y el otro de chocolate, pude inferir fijándome en los colores. Me pasó el de lúcuma a mí y se ubicó en el asiento desocupado que estaba a mi lado.

- Gracias, le dije

No respondió nada. Comenzó a comer el chocolate en trozos que tenía su helado encima sacando pequeñas porciones de él con una diminuta cuchara amarilla y ofreciéndome un poco cada un minuto. Mi helado era bastante azucarado y tenía una gran porción de crema encima. Después de habernos tomado el helado casi en silencio, comenzó a hablar. Su manera de pronunciar las palabras había cambiado. Ahora se veía apagado e inseguro, totalmente distinto al que se había atrevido a hablarme cuando íbamos en la micro.

- ¿No crees que es extraño? Subirte a una micro en un día nublado como este. Sabiendo que puede convertirse en una jornada soleada solo si tú así lo deseas. Esperar. Saber que el día será especial sólo si tú lo quieres. Darte cuenta de que todo esta en tus manos. Sentir una pequeña conexión con alguien y atreverse a dar un paso, quizás el último. Desear que te entiendan, que resulté, que te ayuden.

No le dije nada. Me daba cuenta de que el día se había transformado en algo mágico y yo aun no lo había aceptado por completo. Quise estar siempre así. Con la oportunidad de que me conocieran y vieran más allá de mi apariencia de adolescente amargada. Me sentía bien. Sin mi padre juzgándome por mi ropa, por mis zapatos, por mi respiración. Y sin mi madre desplegando su rabia acumulada en mí. Sabiendo como era y sin miedo de gritárselo en la cara a cualquiera. Sin culpa. Sin dolor. Finalmente le comenté:

- Adoro el helado de lúcuma

- Genial. Lo intuí. Pensé que era lúcuma o vainilla. No podía ser otro

- ¿Si? ¿Por qué?

- Tienes esa esencia flotando alrededor tuyo. Todos tenemos una y tu desprendes un aroma a lúcuma y a vainilla

Se puso de pie y me indicó que caminara a su lado. No me decía muchas cosas sobre él, si no que al contrario solo se dedicó a preguntar asuntos que tuvieran que ver conmigo. Cruzamos la calle en dirección a la plaza que habíamos visto antes. Caminamos un poco en busca de un lugar que estuviera seco para poder sentarnos a conversar. En ese trayecto le conté lo básico sobre mi sin preguntar lo mismo ya que supuse que el me hablaría de si mismo cuando lo creyese necesario.

Cuando por fin encontramos un lugar en donde el pasto no estuviera húmedo, nos sentamos de inmediato. Miré mi reloj con cuidado y me di cuenta de que eran las seis y media. El día estaba comenzando a oscurecerse y las luces del alumbrado público habían ido encendiéndose una a una. Sentí como mi celular volvía a vibrar, pero no hice ningún comentario. Tratando de que él no lo notara, lo revisé. Diez llamadas perdidas. Todas de mi madre. Nuevamente no le contesté. Al parecer notó lo que me pasaba y me pregunto:

- ¿Debes irte?

- Aún no, le conteste mintiendo

Dejamos de hablar del frío y de la lluvia, de los olores y de los colores. En un intento casi innato le comencé a abrir mi alma poco a poco, y no me di cuenta cuando había vaciado toda la bolsa en que había guardado durante mi vida lo que tanto me molestaba. Él me preguntaba poco y me dejaba hablar. Escuchaba con atención todo lo que yo le decía. Empecé con lo banal. Le dije que me sentía distinta tanto física como sicológicamente. Que hasta el color de mi ropa, mi pelo y mis uñas me hacía auto segregarme de los demás y que por eso estaba siempre sola. Porque no calzaba en ninguna parte.

- Pero estar sola no es tan malo. ¿No crees?, me comento una de las pocas veces en que me interrumpió

- Claro que no. Pero es distinto cuando esa soledad no es solo respecto a tus pares, si no que incluso con tu familia. Me pasa que la soledad esta tan pegada a mí que el estar acompañada por alguien en ocasiones me molesta. Es totalmente diferente a una soledad momentánea. Yo estoy sola siempre. Sé que mis padres me quieren. Es algo natural. Pero no siento ese cariño llegando a mí de ninguna manera. Mi padre pasa unos dos días en mi casa por semana. Supongo que esta huyendo de ese vacío. Y cuando cruzamos unas pocas palabras durante esas cuarenta y ocho horas, la mitad son solo insultos gratuitos y lo que sobra expresiones sin color. Mi madre, en cambio, pasa mucho más tiempo conmigo. Pero es de todas maneras un tiempo perdido. Ella esta amargada y con el paso de los años he llegado a comprenderla. Supongo que estar amargada por completo es lo normal para alguien que haya sufrido lo mismo que ella.

- Amargada. ¿Y porqué?

- Veras.. Hace unos diez años mi mamá quedo embarazada del que sería su segundo hijo. Los nueve meses fueron felices para ella o al menos eso guardo en mi memoria. La recuerdo sonriendo cada vez que volvía de médico y diciéndome día a día lo hermoso que sería tener otro niño en la familia. Pero mi hermano nació muerto y de paso, mi madre no quiso nunca más tener hijos. Se puso un manto de frialdad sobre la cabeza, el que le impidió ver que mi padre y yo también estábamos sufriendo. Cambio totalmente y paso de ser una mujer alegre a ser alguien completamente vetusto y amargado, lo que obviamente nos alejo de ella. Actualmente, como puedes imaginar, mi familia no es más que un grupo de personas que viven bajo el mismo techo.

- Porque ellos no te conocen ni tu tampoco a ellos

- Claro

- ¿Y qué haces tú por conocerlos?

- Nada. Yo no hago nada por nadie. Ni siquiera por mi misma. Excepto escribir, que es lo único que hago para sobrevivir

- Genial.

- Yo no sé si entenderás esto, pero yo escribo con una gran pasión y en ello, uso todo lo que puedo dar de mi y lo que no le brindo a las personas que me rodean. Las palabras soy yo. Y es que a veces cuando estás tan solo un libro puede ser el único que te acompañe a volar

- ¿Tienes algo que pueda leer?

Busque en mi bolso un pequeño cuaderno. Lo hojeé cuidadosamente y luego de detenerme en una de las hojas, escribí una pequeña dedicatoria. La desprendí y la doblé. La puso en sus manos y le indique que la guardara. Él hizo el intento de leerlo en aquel momento, pero yo se lo impedí.

- No, le dije

- ¿Por qué?

- Léelo después, le pedí un poco sonrojada

Lo guardo en uno de los bolsillos de su pantalón. Me miró y dijo:

- Ok. Lo sé. Es mi turno de vaciar el alma

- Te escucho

- Bien.. Soy hijo único. Puede que entiendas todas las responsabilidades que eso acarrea

- Lo tengo más que claro

- Pero en mi caso es quizás peor. Siento una doble presión sobre mis hombros. Y no solo ahora que tengo conciencia de lo que soy. Si no que desde que tengo memoria recuerdo la voz de mi madre indicándome que debo actuar como mi padre, como un hombre respetuoso y formal. Tal como un perfecto abogado. Que palabras debo usar, como debo mover mis manos cuando hablo, hasta como debo reír. Todo para ser la imagen y semejanza de él. Es ella la que no me deja vivir la vida a mi manera. La que me ha quitado la esencia propia y me ha puesto otra. Es mi madre la que me ha enseñado a respirar a través de los pulmones de alguien muerto.

Mi celular sonó nuevamente, lo que me hizo despertar un poco del extraño sentimiento de que el tiempo no estaba avanzando mientras conversábamos. Él miró su reloj y luego me miró decepcionado, para decirme:

- Las nueve. Debes irte, pronunció mientras me ayudaba a ponerme de pie

- Es verdad

Pensé que nos despediríamos en ese momento. En cambio él caminó junto a mi hasta el paradero. La micro demoró unos cinco minutos en pasar y yo iba a despedirme de él, cuando me ordenó:

- Sube rápido. Voy contigo

Lo miré sorprendida pero enormemente feliz. Encontramos un asiento desocupado casi al final del autobús. El avanzó un poco y luego dijo:

- Esta vez es mi turno de viajar al lado de la ventana

Luego de sentarnos su rostro se había vuelto un poco pálido y el calor que desprendían sus ojos se había apagado. Como día domingo en la noche andaban muy pocas personas en las calles. La micro en que viajábamos estaba prácticamente vacía. Sólo estábamos acompañados por una anciana que ocupaba el primer puesto más cercano al chofer y por un hombre de unos cuarenta años con aspecto cansado que no dejaba de fumar a escondidas.

Abrí mi bolso para confirmar si es que mi madre había vuelto a llamar y por primera vez en el día me fije en el libro. Sin duda hicimos un buen trato. Lo abrí y comencé a hojearlo mientras el desviaba su mirada hacía algo que había en la calle. En la última página leí un nombre escrito con lápiz azul y con una letra delgada y cuidadosa.

- ¿Así que Diego?. ¿O me equivoco?, le pregunté

- Estas en lo correcto. Lamentablemente

- ¿A qué te refieres con “lamentablemente”?

- A que he vivido toda mi vida siendo alguien más.

- Creo que no terminaste de contarme tu historia. Y yo aún estoy esperando

- Ok. Si es eso lo que quieres

- Es lo que quiero y lo que al parecer tu necesitas

- Bueno… Diego es mi nombre y también el de mi padre. Más bien, era el de mi padre. Murió unas tres semanas después de que yo naciera. Como comprenderás mi madre estaba llena de ilusiones y de ideas para el futuro que esperaba compartir junto a mi padre. Pero él ya no estaba. Mi mamá tuvo la genial idea de ponerme el mismo nombre que su marido y con eso además, puso una mochila inmensa sobre mi espalda que fue llenando poco a poco. Introdujo en ella todo lo que esperaba de mi padre, esperando que yo fuera capaz de cumplirle todos sus deseos. He vivido siempre así. Veinte años siendo él y no yo. Veinte años perdidos.

- ¿Y porqué no haces algo para cambiar esa situación?. La mayoría de las discusiones que tengo con mis padres se deben a que no actuó como ellos quisieran que actuara su hija

- Por que no tengo la fuerza para arrebatarle a mi madre una estabilidad emocional que pende de un hilo y una felicidad que ya le fue quitada cuando era tan joven, me dijo mirando hacía afuera y chocando sus dedos contra el vidrio de la ventana

- ¿Y tu felicidad?

- Soy feliz sabiendo que mi madre lo es y viendo como una sonrisa se dibuja en su rostro cada vez que logró algo que mi padre hizo durante su juventud. Entré a estudiar derecho porque mi padre había sido un abogado con mucha proyección antes de morir. Y mi madre no habría sido capaz de verme estudiando otra cosa que no fuera leyes. Se habría quebrado

- ¿No estás tu ya quebrado?, le pregunté mientras tomaba una de sus manos para llamar su atención

- Solo un poco, solo un poco…

Señalo una calle y luego dijo

- Acá te subiste en la tarde. ¿O no?. Debes bajarte ahora

- No quiero. Estoy bien, le respondí soltándole la mano rápidamente

- Tus padres deben estar preocupados y con razón. No creas que no me he dado cuenta de como te han llamado

Se levantó del asiento y me indicó que hiciera lo mismo. Luego me abrazo tratando de mantener el equilibrio por la micro que justo en ese momento frenaba. Sentí su aroma a chocolate mezclándose con mi cuerpo. Su piel, cerca de la mía, me hacía sonreír sin siquiera poder disimularlo. De su cuerpo emanaba una sensación de paz que lograba que yo me sintiera totalmente tranquila. Habría dado cualquier cosa por quedarme así, a su lado. Nos bajamos de la micro en la esquina siguiente. Sentimos como el viento nos envolvía y acomodé mi bufanda para abrigar un poco mi cuello. Estábamos separados por al menos un metro de distancia, ambos mirando el suelo y sintiendo el frío en nuestras manos y en nuestros rostros. Me di vuelta a mirar lo que nos rodeaba, y noté que estábamos a mucho menos de una cuadra de mi casa.

Esperábamos en aquella esquina a que el tiempo pasará y no nos mirará a la cara y que se nos pasará la vida así, frente a frente. Sin su madre, sin mis padres. Sin el miedo y sin las excusas que buscábamos diariamente para no mezclarnos con los demás. Mirándonos y sin intenciones de avanzar y mucho menos de retroceder. Busqué mi reloj en el bolsillo. Once y media de la noche. Imaginé a mi madre desesperada y haciendo su máximo esfuerzo por no llorar. Tragándose su orgullo y llamando a mi padre para pedirle ayuda. No me importo nada.

Fijé mis ojos en los suyos de color miel. Me sentí bien. Se acercó, casi con miedo a mi, y nuevamente me abrazó. Tocó mi nariz y me saco la bufanda. Luego posó sus labios sobre los míos con una delicada brisa de viento acompañándonos. Noté que una lágrima avanzaba por su mejilla y con mi mano la sequé. Nuevamente me miró, me besó y luego, girando su cuerpo, se marchó.

Me quede de pie esperando a que se diera vuelta y que su sonrisa me envolviera nuevamente. Y aunque deseaba con fervor que así fuera, no lo llamé ni tampoco lo seguí. Pensé que si el destino nos había unido una vez, lo volvería a hacer en el futuro.

Busqué mis llaves dentro del bolso y abrí el portón tratando de guardar lo más posible el silencio que reinaba a esas horas de la noche. Luego abrí la puerta de mi casa y me encontré de inmediato con mi perro que olfateaba casi con desesperación mis zapatos.

- Olor a chocolate, dije mientras lo acariciaba

Mi madre salió de su dormitorio con una calma demasiado extraña en ella. Tenía su pijama puesto y al parecer se había acostado hace un rato. Noté que estaba furiosa pero estaba guardando su ira para el momento en que pudiera reprocharme lo sucedido y sacar algún provecho de ello. No la miré más de dos segundos a los ojos y comencé a subir las escaleras que me llevaban hasta mi pieza sin siquiera voltear. Abrí la puerta, dejé el bolso en el suelo y me acosté sobre mi cama.

Amanecí con las piernas acalambradas, con un fuerte dolor en los pies y muerta de frío.

- Malditos zapatos, grité mientras me los sacaba y los tiraba por sobre el aire

Cerré la ventana que había estado abierta durante toda la noche y me acosté de nuevo. Esta vez sin zapatos y cubierta totalmente por unas tres frazadas. Estaba cerrando mis ojos nuevamente cuando decidí averiguar que hora era. Miré el despertador de reojo y salté inmediatamente de la cama.

- Ocho y media. De nuevo atrasada, le dije a mi perro que mordía la alfombra

Caminé en dirección al baño. Encendí la ducha y comencé a buscar unas toallas en el armario del dormitorio de mis papás. Me arrepentí. Sentía aun el aroma de él pegado en mi piel y un baño desprendería esa esencia de mi cuerpo y también de mis recuerdos.

Me lavé los dientes, removí un poco mi pelo y zambullí mi cabeza en agua fría para poder despertar. Me vestí con el uniforme del colegio, busque algunos cuadernos y salí de mi casa corriendo. Un cuarto para las nueve mostraba mi reloj. Decidí caminar. De todas formas llegaría atrasada y no alcanzaría a dar la prueba de un libro del cual recordaba poco y nada. Para tener presente al menos el nombre del protagonista, busqué la novela dentro de mi morral

- Matías Vicuña, dije sonriendo

Mientras caminaba en dirección a mi colegio, leí las primeras veinte páginas del libro. Nada me apuraba pues sabía que llegaría atrasada de todas formas. Tenía mucho frío al salir de mi casa, pero al caminar todo ese trayecto, había entrado en calor. Cuando por fin llegue al colegio el inspector se encargó de recordarme que no era la primera vez que no llegaba a la hora y que para empeorar aún más la situación, la prueba había terminado y mis compañeros estaban en recreo.

Después de no recibir ningún tipo de respuesta ni excusa de mi parte, él accedió a que entrará a clases sin dejar de recalcar que llamaría por tercera vez en el mes a mi apoderado. Pensé la cara que pondría mi madre al recibir nuevamente una queja sobre mi conducta y me causo risa. A estas alturas, ninguna discusión con ella lograba quebrarme el ánimo.

Caminé hacia mi sala sintiéndome totalmente transparente. Nadie me saludó al verme entrar. Algunos conversaban con sus amigos, otros escribían en sus cuadernos. La mayoría reía y disfrutaba de su recreo. Cuando entré al aula, me fijé como la mayoría de mis compañeras sacaban de sus loncheras las colaciones que cada noche sus madres les preparaban. Sentí envidia de ellas. Yo a diferencia, no tenía nada para comer y además, no había tomado desayuno. Revisé mi billetera y recordé que el dinero que no había gastado había quedado en el bolsillo del pantalón que había usado el día anterior.

Resignada se senté en mi puesto. Me acomodé y saqué el libro para continuar leyendo. Pero un compañero me interrumpió. Pedro no era mi mejor amigo, pero era sin duda el único de los habitantes de la sala en que me encontraba que era capaz de mantener una conversación normal conmigo sin salir arrancando por alguna amenaza que lancé gratuitamente o sin sentirse herido por no haber entendido alguna de mis ironías.

- Veo que ayer te quedaste dormida temprano, me dijo mientras acercaba una silla a mi lado y se sentaba sin siquiera preguntar si me agradaba su compañía

- Bastante chistosito tú, le respondí mientras trataba de mantener la concentración en la novela

- ¿A que no sabes que paso?, comentó en un tono de nueva noticia mientras me mostraba un paquete de galletas y me ofrecía una

No le pregunté. Tomé una galleta y continué leyendo, sin antes notar que entre sus manos tenía un diario arrugado. Se notaba que había pasado por la mayoría de las manos de mis compañeros

- Es algo bastante freak, recalcó

- ¿Tenemos guerra con Perú?, dije mientras me reía

- No. Esto es algo serio Pía

- Entonces dime rápido que quiero seguir leyendo esto

- Se mato otro joven. Parece que también era de de una familia con plata. Tu sabes que si no fuera así, estas cosas pasarían inadvertidas

- ¿Otro más?, le pregunté interesada por primera vez en la conversación

- Si, otro. Estaba estudiando en la Chile. Derecho. ¡Que tonto sería! Con lo que nos costaría quedar a nosotros en esa carrera con lo porros que somos todos, excepto tú. Y estos weones se andan suicidando después de que ya ocuparon el cupo de alguien más

- Préstame el diario, le pedí

- Página cuarenta y tres, me señaló

La busque rápidamente. Comencé a girar las hojas. Veinte, veinte y cinco, treinta y nueve, cuarenta y cuarenta y uno.

- Cuarenta y tres, dije en voz alta

Mis ojos se cerraron automáticamente y respiré muy fuerte. Empecé a leer la noticia mientras el Pedro se alejaba y comenzaba a ofrecer galletas a los otros compañeros.

Las lágrimas cayeron inconscientemente por mis mejillas y sin pensarlo salí de la sala con el libro entre mis manos. Caminé rápidamente hacia el baño y abrí la puerta. Me miré en el espejo y noté como mi rostro se veía totalmente pálido. Sumergí mi cabeza en el agua y la mantuve ahí durante unos tres segundos. Salí de ese lugar arrastrando los pies mientras secaba mi cara con las mangas del chaleco. Busqué un lugar del colegio en que me llegará el sol y donde no hubiera nadie cerca gritando.

Sin saber porque comencé a hurgar en el libro mientras seguía llorando. En una de las páginas, con una hermosa letra que ya me era conocida, decía “gracias por hacerme feliz”. Cerré el libro con firmeza y me sequé nuevamente la cara. Caminé con calma por el patio de mi colegio en dirección a mi sala. Entré sin decir nada. Mi curso estaba ya comenzando la clase y al entrar, todos ellos posaron sus ojos sobre mi rostro lleno de lágrimas. No me importo y seguí caminando hacía mi puesto al final del aula en donde finalmente me senté.

Tras un silencio incomodo en que todos habían concentrado sus miradas en mí, la profesora trató de apagar los cuchicheos que se habían comenzado a escuchar y de captar nuevamente la atención de todos mis compañeros.

Yo por mi parte busqué un lápiz azul en mis bolsillos y abrí mi apreciado cuaderno. Respiré hondo y acaricié la hoja completamente blanca. Con letra mayúscula y cargando mi mano hasta casi romper la hoja escribí:

SI EL DESTINO NOS UNIÓ UNA VEZ,

LO VOLVERÁ A HACER

14 comentarios:

le petite nuage dijo...

creo que ya he dicho incansablemente cuanto me gusta este cuento! es hermoso...y cuando lo leí sentí ganas inmensas de llorar, fue algo que no sé de verdad me emocionó! de verdad sentí la historia y esa es una de tus cualidades.

tus historias/cuentos y pequeños relatos de verdad los siento, por algo me gusta leer lo que escribes ^^...tienes talento y lo sabes!


volviendo a diego ...ufff al igual que la jechu, creo que este es uno de mis preferidos, recuerdo que en el verano pensabamos hacer una película y este sería el guión! ojalá algun día pueda ser imagen, pero encontrar a Diego será una tarea más que difícil...(insisto pq lo mataste!! el era perfecto!
=[)


lalalala

bueno froda famosa!! ( ella la del blog popular xD)

me voy!

bye! ^^

Anónimo dijo...

hola hermosa! sabes.. me encanta leer tu blog... tu lo saaaaabes!! diego me deja esa impresion de tener el mismo problema existencial d chago errazuriz.. no cacho bien q postiar
solo q odio tu talento pa escribirrr
ggrrrr
te kero!

Anónimo dijo...

aahhh... que precioso, es lo mejor que he leido en mucho tiempo, y no es chiste, me encanto :)

yo tengo explorer y leo bien raro ¬.¬ pero filo, no le quito intensidad al cuento, y no es ñoño! ta muy lindo, casi se me salen lagrimas =(

con esto me di cuenta que me queda un laaaaaaaaaaargo camino xD mis felicitaciones froda azulona

Anónimo dijo...

(oe pa ke son los codigos html? =S)
oooohhh! una de las pocas cosas que he leido entera aparte de los libros del colegio ¬¬
noo pero super bueno, esque te juro que admiro a los que son capaces de escribir así, primero escribir estas cosas que le pasan a uno... y mas encima transformarlo a un cuento!
combina una capacidad para expresarse increible com una creatividad notable
y lo mas importante, la intension expresiva se cumple totalmente: los sentimientos llegan!
=P
por favor no te quedes en un blog y prende la impresora, que un libro tuyo no va a tener un mal comienzo. no se si de la misma temática, a lo que quiero llegar es que... varios de nosotros simplemente no somos capaces de escribir un parrafo coherente de esa manera (kizas yo sea el unico ¬¬) (noononon ;) )
en fin... se entendio? =D
no se que mas pos, espero haberme expresao bn... en serio! si me ha pasao que quiero decir algo por escrito, y cuando leo denuevo me doy cuenta de que escribí cada wea!
ya pos eso
gracias Berna por mandarme el blog =D
(telmex)
no dudes de ke voy a mandarle el link a toos los wnes de mis compañeros ke se pasan puro haciendo weas
;)
ok adiosin

Anónimo dijo...

Me encantó su escrito señorita! verdaderamente tiene mucho talento y la imaginación suficiente como para lograr que los demás sientan el sentimiento puro de la historia.

Besos y Suerte! :)

Un Chico Nerd dijo...

Es la segunda vez que ando por estos lados...
Que te puedo decir... la historia la encontré demasiado buena, creo que tienes el talento mas que necesario para escribir, eres excelente...(adulaciones infinitas)

Creo que té linkeare en mi blogs

Saludos, ah graxias por tu visita

Anónimo dijo...

Tú final es soberbio, así se remata para engrandecer el texto aún más.

NataliaGC dijo...

A veces vivimos por otros, dejamos de ser nosotros pra evitar el sufrimiento de otros, damos vueltas en direccioes opuestas a nuestros sentidos y somos infelices.
y algunos dejan de luchar porque ven que en el fonodo no estan luchado y se dejan llevar por lo que otro quieren,
es dificil vivir, aun ms asi.
pero a veces hay encuentro como los que tuvo diego, que son fortuitos y te dan mas alegri de la que en la vida has recibido, pero prefieres dejar ls cosas hasta que el destino te diga algo otra vez.
linda historia, triste, y no muy lejana a la realidad de muchos...
cariños!

Natalia Paz dijo...

Maldición....estuve así (y eso léase con expresión en las manos, haciendo el gesto de "muy pequeñito") de llorar...de soltar un par de lágrimas, se me hizo un nudo en la guata, de pasada me acordé de algunas cosas y sentí pavor....de perderlo, sabes?....de que no esté más....a veces me pregunto si vale la pena seguir intentando que el romance funcione de maravilla...y entonces caigo en cuenta que es la único opción: le tengo horror a la pérdida, a la pérdida trágica y a la no tanto....y entonces me has dado un par de buenas ideas para seguir adelante, me has dado alas de nuevo porque cuando uno cree debe hacerlo con todo...
un abrazo gigante linda, te felicito por el relato porque está muy hermoso...medio mamón, debo decirlo ya que somos ciber-amigas (existe eso..más bien alma-amigas) y nos caracterizamos por decirnos la verdad. Pero se agradece, acabo de volcarte un pedazo de mi alma que se sentía mustia (sí, cuando leas mi blog captarás el sentimiento "trágico") y que despertó, como de un sueño...tonta alma, tonta!
besos, abrazos, felicidades....

Täkk...

pd: que en islandés significa Gracias....por esto.

NataliaGC dijo...

olvide mencionar que tengo nuevo blog!


http://movimientoquieto.blogspot.com



bsos!

Anónimo dijo...

Froda:
mori
no pude leer todo
es q cuando iba bajando de a poco... vi q te mandaste el pedazo de texto en tu blog xDDD!!
lo siento, tal vez soy un pecador, o mal amigo... q se yo
pero al menos te hice propaganda =D!
jajaja
y donde esta la mia?? o.ó
jajaja
iap salu2!
q ti bm...
cada vez q no encuentre espacio, te posteare aki... dejare mi huella en este intelectual y ñoño sitio =D

..TaSS..

PD: no te perdiste de mucho.. el partido estuvo mas fome
pense q seria mejor =/

PD2: esta es la verificacion de la palabra pa postear: qmfndn

Limón dijo...

WOWWWWWWWW

que quieres que te diga?!!

lo ame

esta buenisimoo

soy tyan floja y me desconcentro con texztos tan largos, pero este logro mantenerme atenta todo el rato!!

me encanto, en serio =)

besos

Anónimo dijo...


paseaba de blog en blog cuando tropecé aquí.

me parecio muy bueno el cuento, a pesar de lo largo jaja (mis ojos mueren frente a la pantalla)
En fin, espero volver por acá a leer otro día, chau chau

Anónimo dijo...

oo wn q buena tu historia..
no te conosco pero q te quedue claro q ya soy tu fan numero uno jajaja