viernes

No las conto. Eran tan pequeñas y redondas que cabian en la palma de su mano. Bonitas por cierto, con una pequeña raya que las separaba para partirlas. No fue necesario, pensaba tomarlas todas. Eran mejor que la marihuana, eran mejor que el mismo viento en otoño. Hacían sentir los pies pesados, las manos hormigueando y las paredes lejanas. Le gustaba dormir asi, con el peso muerto de un elefante sobre sus hombros. Era la mejor manera de olvidar y apaliar el dolor.

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