martes

a proposito del terremoto y de mi inmobiliaria



Muchas veces pensé en cómo se sentía quedarse sin casa, tu casa. Ese techo al que llegas con toda la mierda después de un día de trabajo, porque peleaste con tu mejor amigo o porque te fue mal en una prueba; al que llegas con la sonrisa gigante porque te sacaste una buena nota, porque comiste un helado gigante bañado en chocolate o porque besaste a quien rondaba tus pensamientos.
Lo pensaba cada vez que veía tragedias en la tv que ocurrían en lugares lejanos, lugares que me mostraban realidades que miraba pero que no lograba tocar u oler, lugares de los cuales no recuerdo el nombre, los muertos, el desastre, la capital, el rostro de la muerte.
Hoy estoy sin mi departamento. Mi bonito departamento. No tengo mi techo preferido en todo el planeta ni tengo esa luz especial que entra por las mañanas al living.
Hoy departamento te echo de menos, echo de menos rozar tus paredes, tu baño con cerámicas blancas y que tan estúpidamente nunca aprecie, tu living en el que carreteamos y reímos con un roncola en la mano, tu terraza en que fume escondida cuando aún no le decía a mis papás que me contaminaba.
Hoy te echo de menos, y echar de menos por la mierda que es la peor sensación del mundo

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